domingo

Una cuidadosa lectura del espacio (1ra parte)

—Aquí hay mucho de qué hablar—y señaló con su mano extendida al paisaje natural que teníamos enfrente.
—Claro, toda esta gran superficie es muy vasta, enmarcada por los cerros y…
—No, no. La forma en que me vas a decir sobre lo que vemos no van a ser con tus palabras de este momento. Me lo vas a decir a través del producto del esfuerzo que hagas en concentrarte en él. De ahí sí pueden salir cosas de valor. Las mejores cosas se expresan de otro modo. Aunque igual y se usen palabras al final, estas vienen con otro sentido, otra intención. Son tan diferentes que cuando alguien las escucha no sabe exactamente a que se refieren o cual fue su origen, pero siente que se dice algo de profundidad.
—Como una poesía o una leyenda.
—Algo así, algo así.

Como muchas de las ocasiones, estábamos los dos solos. Estaba pasando por una etapa en que me era dificil iniciar un proyecto arquitectónico encomendado. Habia visitado el lugar con anterioridad pero a pesar de su bella naturalidad no encontraba el punto de arranque el cual pudiera motivarme a empezar a diseñar.—Te voy a ayudar —me habia dicho temprano en la mañana—, voy a platicarte de unas maneras que pueden sacarte de esto. Te digo como, pero depende de ti como lo aplicas.

Luego de un rato de caminar, llegamos al lugar.
—Hay tres maneras en que puedes hacer esto —prosiguió—, y toma en cuenta que el valor de cualquiera de ellos es la intención que aplicas, no el resultado final.
Ya me había platicado antes sobre la forma de compenetrarnos con los espacios naturales, de leerlos con intención, pero no habia detallado la forma de hacerlo.
—La primera manera es inventar una historia con los elementos que componen lo observado. Primero, has un inventario mental de lo que puedas percibir: arboles, cerros, nubes. Realiza un verdadero esfuerzo de desentrañar el último de los detalles: texturas, colores, olores, sonidos, formas, todo. Que no se te escape nada. Segundo, y con toda la libertad de tu imaginación, asigna un atributo que represente a cada cosa observada. Lo asignado debe de representar su esencia, que la evoque. Obsérvala con toda tu atención y deja que te sugiera algo —hizo énfasis con sus manos—. Ya por último, debes de relacionar todos los atributos que descubriste y asignaste en la forma de una historia o mito.
—Hay muchas posibilidades así de hacer una historia.
—Exacto, pero no te preocupes tanto por la historia sino el asignar el atributo más acertado de cada cosa que observas. Es en ese ejercicio de intensa concentración y de develar que sugiere cada objeto en donde tienes que empeñarte —y prosiguió con un ejemplo—. ¿Ves aquel cerro? A él le voy a dar un atributo de un gigante, ¿el árbol de allá? Tiene una copa muy amplia y frondosa, protectora del sol, voy a pensar que es una madre muy cuidadosa de quien se acerque a ella, ¿el polvo suelto y amarillo bajo nuestros pies? Puede ser harina, ¿las nubes bajas? Seres que están destinados a volar eternamente, que por más que quieran bajar, no pueden. Todos estos atributos no los pensé al azar, sino que primero los observo en silencio y dejo que se forme una impresión de algo que se le parezca.
Al tiempo que explicaba trataba de hacer sus indicaciones buscando en el paisaje, analizándolo, descubriendo sus componentes.
—Ya con todo esto, ¿Qué historia se te ocurre hacer con una madre muy amorosa, un gigante, harina y seres voladores? —Al preguntarme sentí un entusiasmo. Dejó pasar un corto silencio—, y no inventes por inventar, ni mucho menos lo hagas en otro lugar. Cuando creas tener los elementos para hacer una historia, míralos representados en el paisaje en el cual te inspiraste para llegar a ellos. Ubica donde está el árbol, la tierra, el cerro, las nubes. Trata de ver relaciones, disposiciones espaciales, su peso en el paisaje, y que eso te de un primer atisbo a lo que puede ser tu historia —se quedó observándome, quizá tratando de ver si entendía, o esperando alguna pregunta. Prosiguió—. Es normal que quieras enriquecer la historia, y es cuando haces la segunda ronda de observación, aplicándote aun mas en el paisaje, queriendo descubrir cosas que no viste la primera vez. Son en estas consecutivas rondas de concentración donde vas entrando a terreno desconocido. Más adelante quizá también le des un atributo a lo que descubras ahí pero ¿ya que importa hablar de eso si ya lo sentiste?

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Una cuidadosa lectura del espacio (1ra parte)

—Aquí hay mucho de qué hablar—y señaló con su mano extendida al paisaje natural que teníamos enfrente.
—Claro, toda esta gran superficie es muy vasta, enmarcada por los cerros y…
—No, no. La forma en que me vas a decir sobre lo que vemos no van a ser con tus palabras de este momento. Me lo vas a decir a través del producto del esfuerzo que hagas en concentrarte en él. De ahí sí pueden salir cosas de valor. Las mejores cosas se expresan de otro modo. Aunque igual y se usen palabras al final, estas vienen con otro sentido, otra intención. Son tan diferentes que cuando alguien las escucha no sabe exactamente a que se refieren o cual fue su origen, pero siente que se dice algo de profundidad.
—Como una poesía o una leyenda.
—Algo así, algo así.

Como muchas de las ocasiones, estábamos los dos solos. Estaba pasando por una etapa en que me era dificil iniciar un proyecto arquitectónico encomendado. Habia visitado el lugar con anterioridad pero a pesar de su bella naturalidad no encontraba el punto de arranque el cual pudiera motivarme a empezar a diseñar.—Te voy a ayudar —me habia dicho temprano en la mañana—, voy a platicarte de unas maneras que pueden sacarte de esto. Te digo como, pero depende de ti como lo aplicas.

Luego de un rato de caminar, llegamos al lugar.
—Hay tres maneras en que puedes hacer esto —prosiguió—, y toma en cuenta que el valor de cualquiera de ellos es la intención que aplicas, no el resultado final.
Ya me había platicado antes sobre la forma de compenetrarnos con los espacios naturales, de leerlos con intención, pero no habia detallado la forma de hacerlo.
—La primera manera es inventar una historia con los elementos que componen lo observado. Primero, has un inventario mental de lo que puedas percibir: arboles, cerros, nubes. Realiza un verdadero esfuerzo de desentrañar el último de los detalles: texturas, colores, olores, sonidos, formas, todo. Que no se te escape nada. Segundo, y con toda la libertad de tu imaginación, asigna un atributo que represente a cada cosa observada. Lo asignado debe de representar su esencia, que la evoque. Obsérvala con toda tu atención y deja que te sugiera algo —hizo énfasis con sus manos—. Ya por último, debes de relacionar todos los atributos que descubriste y asignaste en la forma de una historia o mito.
—Hay muchas posibilidades así de hacer una historia.
—Exacto, pero no te preocupes tanto por la historia sino el asignar el atributo más acertado de cada cosa que observas. Es en ese ejercicio de intensa concentración y de develar que sugiere cada objeto en donde tienes que empeñarte —y prosiguió con un ejemplo—. ¿Ves aquel cerro? A él le voy a dar un atributo de un gigante, ¿el árbol de allá? Tiene una copa muy amplia y frondosa, protectora del sol, voy a pensar que es una madre muy cuidadosa de quien se acerque a ella, ¿el polvo suelto y amarillo bajo nuestros pies? Puede ser harina, ¿las nubes bajas? Seres que están destinados a volar eternamente, que por más que quieran bajar, no pueden. Todos estos atributos no los pensé al azar, sino que primero los observo en silencio y dejo que se forme una impresión de algo que se le parezca.
Al tiempo que explicaba trataba de hacer sus indicaciones buscando en el paisaje, analizándolo, descubriendo sus componentes.
—Ya con todo esto, ¿Qué historia se te ocurre hacer con una madre muy amorosa, un gigante, harina y seres voladores? —Al preguntarme sentí un entusiasmo. Dejó pasar un corto silencio—, y no inventes por inventar, ni mucho menos lo hagas en otro lugar. Cuando creas tener los elementos para hacer una historia, míralos representados en el paisaje en el cual te inspiraste para llegar a ellos. Ubica donde está el árbol, la tierra, el cerro, las nubes. Trata de ver relaciones, disposiciones espaciales, su peso en el paisaje, y que eso te de un primer atisbo a lo que puede ser tu historia —se quedó observándome, quizá tratando de ver si entendía, o esperando alguna pregunta. Prosiguió—. Es normal que quieras enriquecer la historia, y es cuando haces la segunda ronda de observación, aplicándote aun mas en el paisaje, queriendo descubrir cosas que no viste la primera vez. Son en estas consecutivas rondas de concentración donde vas entrando a terreno desconocido. Más adelante quizá también le des un atributo a lo que descubras ahí pero ¿ya que importa hablar de eso si ya lo sentiste?

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